domingo, 18 de septiembre de 2011

PRESENTE PERFECTO (María Pía Danielsen)







Tu memoria
en mi memoria,
en el borde
de lo que nunca fue
o apenas...
fue mentira

Tu memoria
sin mi memoria
en el borde
de lo que hoy es..
ella
sin mis alas

Mi memoria
en esta memoria
en el borde
del perfecto hoy..
él
dibujando mis ganas

(Ilustración: Imagen elegida por la autora para su perfil de facebook)

 

CONJURO PARA SALVAR DE LA MUERTE A UN NIÑO INDIO (Betty Alba)








Cae lenta
               sobre la yegua blanca
                                la nube negra

En las entrañas de la cueva,
en el hueco del humo,
en las quijadas azules de la piedra,
cae lenta, lenta, lenta,
sobre la yegua blanca la nube negra.

                      La sangre es como un hilo de lágrima de estrella
                      La sangre es una mano flotando en la niebla
                      La sangre es un ejército de manos que cercan a la yegua.

La piedra negra,
la piedra seca,
el polvo de serpiente de la piedra
ha golpeado al niño indio.

                    Muerte en forma de manos cercan la luz del alba
                    el niño es una piel de pájaro quemado
                    la madre es un quejido

y la hechicera tiembla
y la luna se parte
como el cristal de un río…
Sangre de mano oculta huye hacia la tiniebla
deja la yegua blanca
deja la luz del niño
hazte polvo de estrella
vuelve a salir la luna
corre hacia la culebra
y que la vida salte
por las venas
del niño.

                    Por el monte galopa
                    la yegua blanca
                    con una estrella.

 

jueves, 8 de septiembre de 2011

TARDE (Walter Ortiz Vieyra)







He llegado tarde todas partes.
Llegué tarde a la lucha, al campo arrasado,
a pisar la sangre de los héroes.
Llegué para los despojos de las glorias
con mi ejercito virgen de palabras.
No me dejaron ni el triunfo,
ni la inmolación por el valor.
Mis manos no saben de lo áspero de la empuñadura
y muy poco del amor.
Tarde, cuando ya el enemigo se ha retirado
y declina la venganza.
Cuando los triunfos se embriagan de olvido
entre la paz y el amor,
y no soy ni el guerrero que vuelve
ni quien lo espera a curar los traumas de la lucha.
Pronto reverdecerá el campo
y los huesos se habrán perdido entre las raíces de la hierba
y yo estaré aquí, sentado con la espada oxidada,
sin sangre, sin muerte, sin gloria.

                                                El Conde

muero en el espejo (Jorge Figueroa)






muero en el espejo
el mate
sólo marca tu ausencia
la casa rodeada
de colmenas secas
un cuadro en la pared
regala olvido
y arrastra fatigas

corro
sin poner distancia

                                    (del libro "Silencio abierto" - Macedonia ediciones  - 2008)



domingo, 4 de septiembre de 2011

INMIGRANTE YO (Krasiah Alawad)





Por los que buscan sueños
Los que vienen del pasado en busca del mañana
Los que no temen sino desafían
Los que no huyen sino buscan
Los que lloran por lo que dejaron y sonríen por lo que encontraron
Por la alegría anhelada, por la tristeza desesperada
Por estos recuerdos llevados en el corazón
Por la distancia que no marcó ausencia
Por el silencio que nunca indicó olvido
Por ellos, por ustedes y por nosotros
Por los que ven en el horizonte algo más que una línea,
algo más que transcurrir

Va mi homenaje, a su llegada.
A sus pasos marcados,
A sus huellas que han dejado jirones de vida a cada paso
en ésta tierra bendita.

Dedico estas palabras.
No descendí de los barcos, ni me trajo ninguna marea
Ni me quedó en la memoria, ni conocí el olor de la sal,
Ese olor a encrucijada, a dos caminos distintos,
Esa sensación, de alma repartida que tienen los puertos
Pero sé que el camino hacia los sueños
no se mide con la velocidad del avión que me lanzó en este suelo
ni con el humor de las olas que manejaban a los barcos en su travesía
Porqué la lucha es lucha,
Y el cansancio, que arrastra el hombre desde la profundidad de la historia, es el mismo.
El mismo que empuja a desafiar, a navegar a otros horizontes
en búsqueda de una vida distinta, en intentos de abrir ventanas al futuro
No me echó el hambre
Ni me persiguieron los dedos de la guerra
Solo, esa estrella del siglo pasado me señalaba
el sur como destino

Solo mi corazón sabe
Los ancestros que arrastra mi sangre
Es la misma sangre del viejo mundo que busca la nueva tierra
Es tierra nueva regada de fe y de sudor del viejo mundo
De aquellos pioneros que tallaron destinos, memoria y patria.
Los nuevos que llegamos
Descubrimos una patria hecha por inmigrantes
Por almas partidas como nosotros.

Puede el tiempo cambiar sus vestiduras,
sus colores, sus estaciones;
Puede cambiar palomas mensajeras por teléfonos, las cartas por mensajes electrónicos, las palas por quinas,
los puertos por aeropuertos
Pero no puede meter su mano en los cajones
de nuestra memoria que guardan miradas quebradas
por la despedida, ni en esas fotos de un pasado que sigue viviendo,
Ni puede cambiar el hombro de quien sueña, ni las manos que saben cavar, ni los anhelos los que buscan.
La lucha es la misma
El camino es el mismo
La distancia es la misma
Los sueños son los mismos
Solo, que ésta Argentina ya no es la misma.

SAMOVAR (Jorge Rosemberg)





SAMOVAR
                                 (A mi padre, in memoriam.)



El anciano junto a un samovar
en la noche estrellada,
camina por el corredoir de su casa
de la Besaravia tremenda;
lleva en sus ojos la duda,
soñó que engendraba un hijo que fuese igual a él
y se lo llevaba la revolución;
el otro había partido para América
arrastrando la tormenta de vivir.

Hombre ruso junto a un samovar,
confundido entre el poder y las estepas,
medita sobre la Torá con los ojos en lágrimas,
eras el padre
                            del padre
                                                         de mi padre
del que se vino a América para quemarse vivo.

Puedo verte esta noche
a ciento ochenta años de tu blusa litúrgica;
sigue limpiando tu pipa,
temeroso del cielo,
que el ángulo de sombra
que forma un follaje sobre la tumba de mi padre
se parece a un samovar;
o al rastro que dejaron unas botas enormes
en la nieve de un portal
cuando un judío se inclinaba para mirar a Dios.



ABUELO VASCO (Carlos Alberto Artayer)






Siempre te supe lejano, abuelo.
Pero adivino tu recia estampa labriega,
Tus celestes ojos y tu amaizado pelo.

Un día tu sesma te quedó pequeña;
juntaste unas cosas, vendiste los asnos
y con la sonrisa verde te viniste a América.

Y aquí te quemó otro sol, abuelo,
(vigorosa talla de vascuence erecto)
y otra sal distinta medró en la boca
de tus lujos y arraigó en tus huesos.

Siempre te supe lejano, abuelo,
cuando yo nací, tú ya estabas muerto.
Definitivamente lejos.

Pero adivino tus celestes ojos,
tu amaizado pelo y una manera rara
de darte sonriendo.