lunes, 2 de noviembre de 2015

JAIME DÁVALOS (Salta)


A José Hernández

Cuando cae la noche de la Pampa
sobre las crines de los pajonales,
y tejen las vigüelas la vidala,
el silencio es tu barba,
José Hernández.
Cuando crece a lo lejos la tormenta
y se estremece el trébol con el aire,
galopa el trueno su malón redondo,
y la luz es tu verbo,
José Hernández.
.No hay rumbo del silencio
que no cubra tu Martín Fierro entre nuestro gauchaje,
donde se desenfunda una guitarra,
o la fecundan tus versos,
José Hernández.
No hay ranchito en que no arda tu poesía
cuando se yapa el vino con la sangre,
y hay que aventar la pena respirando
tu corazón de pueblo,
José Hernández.
Y en la boca de cada peón de campo
con gusto a corazón insobornable,
el grito vivirá con tus palabras
porque eres Martín Fierro,
José Hernández.
Porque siempre templaste el instrumento
para expresar el alma del gauchaje,
y ponerle palabras al silencio de tu pueblo.
En él vives,
José Hernández.
Y cuando la violencia o la injusticia
metan sus sanguijuelas insaciables,
alzará con tu voz el horizonte un malón de guitarras populares,
y será cada criollo un Martín Fierro, nuestra rebeldía,
José Hernández.


El resentimiento

Son siglos de injusticia,
violentando la tierra.
Siglos de hambre y silencio,
rumeando la venganza.
El colmillo del odio
que se aguzó en la lanza,
buscando la revancha
del crimen de la guerra,
es la gula del oro,
que avaricioso entierra,
en sórdidos tesoros,
su sol ensangrentado.
El hombre por el hombre,
brutalmente explotado.
El hombre por el hambre,
salvaje envilecido,
lo que hace del hermano de patria,
un resentido,
y de nuestro grandioso país,
un rezagado.



Río de tigres

Mírame mi amor a los ojos,
que mi alma sedienta de tu claridad,
viene del fondo del tiempo,
siguiendo una estrella que en ellos está.
Muere anhelando la hondura,
serena y madura, de tu intimidad.

Toda el alma mía, te quiero entregar,
en una mirada profunda y astral,
quemarme en la hoguera de tu corazón,
y de sangre en sangre, fecundar la muerte,
fecundar la muerte, con nuestra canción.

Cuando te miro a los ojos,
me ofrece tu boca, la entrega total.
Siento que un ríu de tigres,
me zimbra en las venas, profundo y sensual.
Sé que tu piel indefensa, igual que la tierra,
tendida se da.

Toda el alma mía, te quiero entregar,
en una mirada profunda y astral,
quemarme en la hoguera de tu corazón,
y de sangre en sangre, fecundar la muerte,
fecundar la muerte, con nuestra canción.

Y de sangre en sangre, fecundar la muerte,
fecundar la muerte, con nuestra canción.



Sudamérica

Nadie la para ya.
No pueden detenerla,
ni la calumnia, ni el boicot, ni el odio.
Subyace en la conciencia de los pueblos,
que la tierra jamás fue despojada.
Este es un continente de aventura,
que a los aventureros se los traga.
Les sube despacito por la sombra,
y el ojo codicioso les socava.
Vendrán los desahuciados de la tierra,
buscando sus riquezas legendarias,
hasta que un día, en una misma greda,
se confundan las lenguas y las razas.
América, animal de leche verde,
por la gran Cordillera vertebrada,
hunde el hocico austral bajo del Polo,
y descansa en su fuerza proletaria.
Sube por la luz, lenta y segura,
con el polen del sol en sus entrañas,
y su destino torrencial,
fijado está en el tiempo por la Vía Láctea.
El hambre, la violencia, la injusticia,
la voluntad del pueblo traicionada,
no harán sino, aumentar su rebeldía,
no harán sino, apurar en sus entrañas,
el hijo de la luz, que viene a unirnos,
en una misma espiga esperanzada.
Porque, América del Sur, tierra del futuro,
igual que la mujer, ¡Vence de echada!.



Jaime Dávalos (San Lorenzo, Salta, enero de 1921 – Buenos Aires diciembre de1981) Poeta y músico salteño (aunque también fue ceramista y titiritero), autor de numerosas obras que fueron musicalizadas en el cancionero folklórico argentino. Hijo de otro recordado folklorista salteño Juan Carlos Dávalos, durante su extensa trayectoria artística escribió innumerables letras para canciones del folklore argentino y publicó alrededor de diez libros que recopilaban sus poemas y canciones. Entre ellos se destacan Rastro seco (poemas, Salta, 1947) El nombrador (poemas y canciones, Buenos Aires, 1957) Solalto (1960) y Cantos rodados (1974). Falleció en Buenos Aires el 3 de diciembre de 1987.
Póstumamente fue publicado su libro Coplas al vino, una de las obras más recordadas del autor.

La foto que ilustra esta nota fue tomada del sitio Web Portal informativo de Salta y se puede leer en el siguiente enlace: http://www.portaldesalta.gov.ar/jaimedavalos.htm

Los poemas fueron recopilados de las página: https://www.facebook.com/notes/juan-carlos-candida/letras-y-poemas-de-jaime-davalos/416155725040